Si hay algo que me jode de verdad es que cuando la tarde languidece renazcan las sombras...

POR RUTAS IMPERIALES. Vicedo-Astorga. 354 Kmts.

Domingo, 19 de Agosto de 2007

VICEDO – VIVEIRO – RIBADEO – VEGADEO – PTO. DE LA GARGANTA (AS11) – PTO. DEL PALO – CANGAS DEL NARCEA – PTO. DE LEITAREGOS (AS213) – VILLABLINO – TORENO – STA. MARINA DEL SIL – (A-6) – ASTORGA


     Os escribo, niños y niñas, con las posaderas en íntimo contacto con el noble y viejo cuero de una recia silla castellana, desde la habitación del decadente y otrora lujoso Hostal Gaudí –ojo, tres estrellas-, frente a la broma que les gastó Gaudí al episcopado -¿puede que episcocado?- de Astorga. Bien es verdad que la ventana no da al palacio en cuestión, sino a un patio interior, eso sí, del propio hotel, y que por ella nos llegan los cánticos del ejemplar macho de la pareja de moteros italianos con los que hemos coincidido en el aparcamiento de la puerta descargando los bultos, pero aún así esto es un lujo asiático.

     Mientras el trasalpino berrea como un gorrino en celo, derrumbando el tópico de que los italianos están especialmente dotados para el bel canto, pienso que esto toca a su fín. Aunque todavía estemos en el tercer o cuarto coño, después del viaje con que he obsequiado hoy a mi señora –y, pese a ello, amiga-, me veo en la obligación moral de prometerle incluso peajes durante las próximas jornadas. El abultado fajo que prometía durar hasta primeros de noviembre –que ilusión hace llevar la pasta en billetes de diez...- ha menguado considerablemente, y todo ello sugiere una pronta vuelta al hogar.

     Pero hoy, en la monumental Astorga –casi como Nueva Zelanda-, se impone un nuevo frote de Visa; la peña Ráfagas ha llegado a Astorga. Todo el Ráfagas se aloja aquí. 


     Esta mañana, apenas amanecido –no eran ni las 12 de la mañana- hemos salido con viento fresco de Vicedo. Lo del viento fresco es literal. Según el mapa, la nacional que recorre el tupé de nuestra península es lo que ellos denominan una ruta pintoresca, y dado que es la única alternativa para avanzar algo más de cincuenta kilómetros dirección Este sin invertir todo el puto día, por ella nos encaminamos dirección Ribadeo. Elegir esta ruta, además, nos permite visitar la muy cacareada por todos playa de la Catedrales; los negrísimos nubarrones que tenemos todo el tiempo delante nuestro –cada vez mas cerca-  y el tiempo de mierda que hace aconseja y permite una visita detallada, aún con toda la impedimenta motera, al monumental fenómeno orográfico; la naturaleza, con su habitual falta de criterio, ha esculpido unas asombrosas –y grandes, muy grandes- formas catedralicias en la roca de los acantilados, en lugar de hacerlo en la amplia explanada de encima, o mejor en el centro del pueblo, facilitando así muchísimo la visita turística. Pero a pesar de este fallo, es cosa impresionante y bonita de ver, incluso viéndonos en la obligación de esperar la marea baja y cascarnos un montón de escaleras para apreciarlo debidamente.

     Damos la bienvenida a Asturies en Vegadeo, en el nacimiento de la ría de Ribadeo. Yo, de natural prudente y por quedar bien, cuelgo del cofre un cartel que reza “Hamilton ye maricón”, y nos paramos a tomar una cañita en la terraza de un bar. En las ventanas y entre las farolas cuelgan guirnaldas de banderitas rojigualdas y azules. Una buena porción de nativos van enfundados de azul, en cambio, ninguno va de rojigualdo. Casi mejor.


     A partir de aquí, iniciamos una larga ruta dirección Sur-Oeste que nos lleva por el Puerto de la Garganta, hasta Pesoz y Grandas de Salime, luego el Puerto del Palo hasta Cangas del Narcea, y por el Puerto de Letariegos hasta Villablino, donde nos cruzamos con la ruta de ida que recorrimos hace unos dias . Para este tramo no tengo palabras, solo pienso que he estado tirando el dinero en neumáticos hasta este momento de mi vida. Todos los mejores instantes moteros, lo mejor de cada puerto, cada bajada, cada cuesta que he recorrido nunca están aquí juntos, sin un solo metro de carretera desaprovechable.


     En la mitad de este tramo abandonamos por un momento el estado psíquico hecho de gasolina, goma de neumático y espiritualidad elevada en el que nos encontramos y recuperamos de golpe nuestra condición mortal: tenemos hambre y pipi. Y claro, después de haber pasado por innumerables lugares adecuados para satisfacer ambas necesidades, los desechamos todos y paramos en Berduceo.

     Berduceo es un cruce y tres casas no muy grandes adosadas unas a otras compartiendo un corto tramo de acera. La acera de enfrente, no existe.

     En la primera puerta, un cartel donde pone “cafetería” ha sido en realidad el motivo de mi elección como lugar de parada. Eso y que el pueblo anterior lo hemos dejado a 20 quilómetros de curvas demenciales, y el siguiente no tengo ni puta idea de a que distancia está. Está cerrado.

     La siguiente puerta, muy aparente, también dispone de su correspondiente rótulo: cafetería-restaurante. Coño, mejor. Empujamos la puerta y nos introducimos en el único restaurante de autor que probablemente hay en ciento cincuenta quilómetros de valles, picos, abismos y pastos. Las pocas personas que están tomando un sofisticado aperitivo a la espera de entrar en el lujoso comedor aprecian como es debido la elegancia de mi traje de agua sobre la ropa de verano que llevo puesto junto al forro polar de debajo y la braga sotocasco –todo es poco para la rasca inhumana que hace este 19 de agosto por estos lares-. Tona, siempre elegante de riguroso Dainesse y afelpada hasta las cejas, contribuye a la admiración general. Dejando cascos y sobredepósito sobre la elegante mesilla de recepción, me acerco al maître-propietario-cocineroautor y le pregunto si podemos comer algo –para picar, o bocadillos, puntualizo-. El cocineroautor, muy amablemente, nos manda a la mierda, a la vez que nos sugiere visitar la tienda-pocilga a la que se accede por la última puerta de la población –ésta, sin rótulo alguno- informándonos que lamenta no poder atender tan ilustres viajeros por tenerlo todo reservado.

     Pateando dicha puerta, entramos en el figón de la señá Amalia, un encantador comercio rural que nos recuerda la única tienda de un pueblo albanés especialmente retirado del centro. Una puerta lateral deja ver un comedor pequeño pero amueblado con pésimo gusto. Durante el rato –largo- que permanecemos a la espera de que la propietaria aparezca del rincón escondido de la casa en el que sin duda se encuentra, entra un grupo de cuatro o cinco vociferantes peregrinos del camino de Santiago, atestando junto a nosotros el escaso espacio disponible. La señä Amalia, emergiendo inopinadamente de algún orificio oculto tras el mostrador, levanta de golpe la vista del suelo absolutamente acojonada ante la afluencia de público y nos pregunta que coño queremos. Todos, hablando a la vez, hacemos patente nuestro bajísimo grado de exigencia y un grandísimo afán de colaboración en acomodarnos en cualquier sitio, y que tenemos hambre. Sorteando hábilmente al grupo penitente –que quede claro que hemos llegado antes- seguimos obedientes a la posadera que nos acomoda en la única mesa libre de las tres que dispone el establecimiento, la del rincón oscuro. Allí nos quedamos –unos cuarenta y cinco minutos, mas o menos- mirándonos arrobados y tomados tiernamente de las manos. Cuando aparece por fin, sin haber mediado consulta alguna, lo hace con una bandeja llena hasta rebosar de patatas fritas con pimientos verdes, huevos fritos y una multitud de ennegrecidas salchichillas de francfurt de pellejo arrugadísimo. De beber, cerveza y vino. El hambre, la espera y el temor a las consecuencias de dejar algo en la bandeja hacen que acabemos rápidamente con el contenido, abundante y un pelín aceitoso, aunque antes de dar cuenta de todo vuelve a aparecer con un taper de membrillo y lo que ha quedado de un queso servido a los anteriores comensales. Allí, a pie de mesa, nos comenta por enésima vez que ella no tiene servicio de restaurante, pero que hay que ver como son los hostaleros de la zona, que unos días atienden al personal y otros pasan de ellos, cagándose en el sector turístico en particular y en la política autonómica en general, y que nos lo comamos todo porque vete tu a saber donde y qué encontraremos de cenar. Nosotros le respondemos a dúo que desde luego, que hay que ver como es la gente y que donde vamos a ir a parar. Nos pregunta a continuación si somos peregrinos –yo solo atiendo a peregrinos, aclara-. Tona le contesta que lo nuestro es mas o menos un peregrinaje, que hace falta mucho espíritu de sacrificio, y todo eso. Viendo que respinga y da un paso atrás, a la vez que me parece ver que entrecruza los dedos tras la espalda, no me animo a pedirle unos cafés y satisfago los 16 leuros que nos pide por el yantar. Decidimos tomar café en la barra del cocineroautor. Entramos y, con don de gentes, nos sentamos ante la barra y le pedimos un par de cafés, que nos sirve con diligencia. El café es una auténtica mierda.

     Salgo del local convencido de que es uno de los mejores restaurantes en los que no comeré nunca.

     Llegados a Villablino por esta ruta soberbia, seguimos el descenso hasta Toreno, dirección Ponferrada. En este punto, para no repetir visita a tan bella capital –sería excesivo- nos desviamos por una carretera blanca que nos encara mucho mejor a la A6, por la que hacemos entrada triunfal en Astorga al caer la tarde.  


     Hospitalaria desde la entrada –abundan hostales y pensiones lejos aún del casco viejo- la apercibimos como lugar de paso y hospedaje ahora y siempre; al abrigo económico de León, todavía en tierras amables antes de adentrarse en la salvaje orografía de Galicia, previa a la necesaria travesía de los montes de León y la estribación sur de la cordillera Cantábrica, se nos hace necesidad no bajar de la moto hasta pisar el mismo corazón de la ciudad, como llevan haciendo desde siglos tantísimos recién llegados.

     Ya desde la salida de la autovía me llama la atención la cantidad de motos con las que nos cruzamos; esta cantidad, ya totalmente excesiva para el tamaño del lugar cuando llegamos al centro –un paseo con amplias aceras entre la plaza del Ayuntamiento y la del Palacio Episcopal- nos indica que algún acontecimiento motero hay. Es el domingo del Gran Premio de la Bañeza, nos aclara un paisano de mi quinta enfundado en cuero, mientras desata una ZZR un poco ajada –mas de 15.000 motos nos hemos juntado, otro año tenéis que venir a tiempo de verlo-.

     La ciudad está en fiestas, animadísima. Pese al frío –mucho-, grupos de tres, de cuatro mozas faldicortas aprietan el paso camino de los escenarios montados en las plazas. Otras cuantas optan por los micropantaloncitos, eso sí, con los taconazos impuestos este año por Zara y Bershka sin atender a latitudes ni climatologías. Es verano y es lo que toca.

     Una vez aseados y maqueados, ya de noche cerrada, nos añadimos al río de gente que deambula en todas direcciones. Ya cerrado el mercado medieval instalado en la plaza, frente al hotel, seguimos a la mayoría hasta la plaza del Ayuntamiento; un descomunal escenario con el telón todavía echado, y opuesta a él, con la monumental fachada del consistorio como fondo, una pasarela donde desfilan bajo los focos de colores unas atractivas modelos piernilargas embutidas en lo que se supone deberían haber llevado puesto las majas del lugar durante esta ya agonizante temporada de primavera-verano. Durante un rato nos quedamos contemplando el pase de trapillos, con la espereranza de obtener información de los expertos al respecto de las nuevas colecciones de ropa térmica para moto y goretexes varios, pero esto se está acabando, y nada. Nos dejamos tentar por las cristaleras de un bar de aspecto clásico, lleno de gente endomingada. Se agradece el calorcito, mira tú. Ante la fortuna de pillar la única mesita libre, decidimos homenajear la geografía del lugar: embutidos maragatos, surtido de quesos leoneses y tintos de la casa –dos por cabeza-. Ligero, nutritivo y muy reconfortante todo ello, aunque desconocía que en León se elaborara un queso azul alemán tan genuino. Mediado el segundo tinto, un fenomenal estruendo de artillería pesada en la calle parece indicar que los USA han dejado correr lo de Irak y han decidido dar un giro sorprendente a su política geoestratégica bombardeando Astorga, pero no. Se acabó el pase de modelos y, con un castell de focs francamente excesivo, dan paso a la actuación musical del megaescenario. Una nutrida sección de vientos, un percusionista octópodo, un guitarra, un bajista autista, un ingeniero aeronáutico a los teclados, una polivalente y ajamonada vocalista y dos cantantes, dos, de velluda pechuga atacan un bolero mientras se contonean todos acompasadamente –excepto el bajista, claro- con la intención de congregar al personal y subir la temperatura ambiental algún mísero grado.

     Nosotros optamos por una breve ruta cultural, que ante la temperatura ambiente hacemos más que breve, simbólica, y a una velocidad totalmente insospechada para nuestra edad y tamaño, nos vamos a la cafetería del hotel, a catar los Ballantines astorguinos.

 

 

POR RUTAS IMPERIALES. Logroño-Guardo. 320 Kmts.

Miercoles 15 de Agosto 2007
LOGROÑO-NAJERA-BOBADILLA-EMBALSE DE MANSILLA-SALAS DE LOS INFANTES (N-234)-BURGOS-N263/N267 AGUILAR DE CAMPOO-CERVERA DE PISUERGA-RUTA DE LOS EMBALSES (P-210)-GUARDO.

Resumen rápido del día; dos tramos de primera clase y primera cagada del viaje: me salto un cruce que nos priva de la mitad del recorrido por la Sierra de la Demanda, uno de los puntos marcados como imprescindibles ya antes de empezar la ruta. La sensación de fastidio queda un poco mitigada por la belleza del recorrido que hacemos gracias –o a pesar- del fallo. Esto ocurre ya bien avanzada la mañana en que nos levantamos en Logroño. Por ser la primera noche del recorrido y estar aún descansado, o por la impresión de ropa nueva que da despertarse en una habitación de hotel por primera vez en esta ruta, me entra el hormigueo y salto de la cama mas bien temprano; me parece poca y gris la luz que entra por la persiana casi bajada y me sugiere un día nublado - casi me alegro, recordando el calor asfixiante del día anterior-, pero al bajar a la calle me encuentro con una espléndida mañana fresca y el sol todavía muy bajo, y una tranquilidad total, con todas las puertas de los bares cerradas todavía, que resulta sorprendente tras el animadísimo ambiente de la noche anterior. Como he quedado a eso de las nueve y media con la propietaria de la pensión para sacar la moto del cuartillo que tiene al lado de la puerta de entrada donde se ofreció a dejarla guardada –la introducción de semejante elefante por una puerta de 55 centímetros y con un escalón de un palmo de altura, resultó épica- y son poco más de las ocho, empiezo a pasear despacio para sacudirme de encima la resaca del calor y la cena del día anterior y buscar algo abierto para tomar café. No resulta tan fácil como creía; por lo visto, en Logroño hay tanta afición al tapeo y copeo nocturno como poca por los desayunos fuera de casa; siendo como es, encima, 15 de agosto y festivo, me toca cuadricular buena parte del casco viejo y llegar al paseo frente a la catedral (concatedral, me puntualizan un paisano y el folleto de información turística) para encontrar una cafetería en orden de uso. Café solo, voces de gente y estruendo de molinillo. Todo vuelve a ser como debe.


De vuelta a la pensión me encuentro con el padre de la encargada, con el que supuestamente hablé por teléfono el día anterior. Me pregunta si soy el de la moto y se lo confirmo –bajo dentro de un rato a sacarla, le digo-. En la habitación, Tona no está de muy buen humor. El silencio de la calle hace rato que no es tal; han levantado las persianas de algunos bares –no hay costumbre de engrasarlas, para qué...- y los dueños hacen las cosas que no vemos nunca los que vamos a los bares a las horas en que hay que ir. Son cosas ruidosas y, por lo visto, dignas de ser comentadas a grandes voces entre ellos; la calle es estrecha y, en la habitación, que da directamente encima, atruenan como el buga de un neng un viernes por la noche. Desprendo como puedo a mi costilla del techo, donde está aferrada con uñas y dientes, y me dirijo con ella a la cafetería donde con café y cariño recupera su acostumbrado carácter dulce y afable.
Durante la noche he tenido pesadillas con lo de sacar la moto del cuarto; he visto la moto, abollada y sólidamente encajada en el marco de una estrechísima puerta, sin posibilidad humana de moverla de allí sin el auxilio de una cuadrilla de albañiles. Pero la realidad es que sale con toda facilidad, mucha más que para entrarla y sin necesidad de vaselina alguna. La dejo bien aparcada en la calle, sobre su caballete, y me voy al váter a toda prisa. Que descanso.
Salimos de Logroño empezando a apretar ya el calor, en busca de la N120 que nos ha de llevar a Nájera, donde está el cruce con la LR113, en dirección a la sierra de la Demanda. Viene marcada en verde en el mapa y nos adentra en una reserva de caza, con abundancia de curvas. Quin bon rotllo.
En el rutómetro que me he hecho he marcado el cruce con la BU820, una carretera blanca también marcada en verde, que atraviesa en dirección norte toda la sierra hasta enlazar de nuevo con la N120 ya muy cerca de Burgos. Veo el desvío donde corresponde, pasado Barbadillo de Herreros, pero me parece tan estrecho y empinado, con una curva cerradísima, que lo confundo con el acceso a una finca privada. Me doy cuenta de la cagada unos cuantos kilómetros mas adelante, pero la carretera sigue siendo, como en todo el tramo que llevamos desde la nacional, bellísima. Así que paso de todo y decido confiarle al navegador la llegada a Burgos. El cacharrillo busca desesperadamente una autopista, a poder ser de peaje, o en su defecto una carretera recta y saturada de tráfico, pero contradiciendo sus instintos mas bajos nos lleva por una ruta preciosa –aunque bastante mas larga, eso sí- hasta enlazar con la N234 a la altura de Salas de los Infantes. Mas tarde, ya cerca de Burgos, se convierte en autovía.
Burgos tiene una grandiosa catedral gótica y unas afamadas morcillas, pero no tiene circunvalación. Afortunadamente, tampoco tiene grandes dimensiones, pero el municipio, previendo astutamente una gran afluencia de inmigración y el consecuente crecimiento demográfico y, por lo tanto, urbano, ha dispuesto una cantidad absolutamente desmesurada de semáforos y convertido sus más amplias avenidas en calles de sentido único, consiguiendo que el turista de paso tenga la impresión de atravesar Pekín en día de mercado. Si a ello añadimos que a Burgos llegan –y de ella parten- un total de ocho carreteras nacionales –tres de ellas autovías- y una autopista de peaje, el resultado es que hacemos una larga y detallada visita de gran interés a los polígonos industriales que rodean –mas bien, acosan- la ciudad hasta pillar la N623 dirección Aguilar de Campoo.
Antes de llegar al desvío de la N627, pasado el puente que cruza el río Ubierna, aprieta el hambre y es cosa de buscar sitio. Nos acercamos a un edificio grande y feo, a pié de carretera, con un enorme cartel pintado en la pared en el que pone BOCADILLOS – RACIONES. Tona entra a ver si hay mesa y, mirándola extrañados, le dicen que en ese establecimiento no tienen restaurante ni sirven ningún tipo de comidas. No sé, igual deberíamos probar en otro donde ponga en el cartel CASA DE PUTAS – AQUÍ SE VIENE A FOLLAR. Unos kilómetros mas adelante, aun antes del cruce, vemos algo que parece una cantina bajita y achaparrada, esta vez con algunos coches aparcados a la puerta. Desde fuera, por la ventana, ya se ven las mesas, muchas de ellas ocupadas por gente que parece estar comiendo, lo que nos devuelve la confianza en nuestro fino instinto de viajeros y entramos. Ensalada fresca, variada y crujiente. Una perdiz escabechada –me pregunta la camarera que si la quiero caliente o templada, pregunta sensata y que denota buen gusto-. Pollo de corral guisado, un poco duro. Melón y flan casero. No hemos fallado.
Atravesando Aguilar de Campoo tomamos la CL626 hasta Cervera de Pisuerga, donde buscamos la carretera blanca marcada en verde en el mapa que da un largo rodeo para llegar a Guardo. Aquí lo llaman la ruta de los pantanos. Recorremos la carretera en dirección oeste, cogiendo bastante altura, cruzando varios ríos que bajan desde el norte y rodeando un embalse tras otro. El paisaje bueno, sin ser espectacular, aunque resulta muy impresionante la visión de varios pueblos al pié de los inmensos paredones de las presas de los embalses. Demuestran los habitantes una enorme resignación o una descomunal confianza en la ingeniería hidráulica de este país. Yo no podría quitarme el chaleco salvavidas de encima ni de día ni de noche.
En lo que nos concierne, el aspecto moto, la ruta es absolutamente recomendable; se parte de una buena altura, curvas en gran abundancia, y casi todo el recorrido es un descenso vertiginoso con asfalto dudosillo pero muy, muy rápido. Da hasta un poquillo de miedo pero es justo lo que siempre andamos buscando. La moto, como una furgoneta sobre dos ruedas, avanza rauda con unas tumbadas de espanto. Es cosa suya, nosotros solamente la llevamos a los sitios y ella hace lo que le apetece, pero consigue acojonarnos un poquito a los dos. Llegamos a Guardo cansados pero con bastante adrenalina circulando por nuestro cuerpo.
Hemos elegido Guardo como fin de etapa a boleo, únicamente por su situación en el mapa, esperando que fuera un pueblo más de la zona. Pero no esperábamos encontrarnos con una central térmica a la entrada del pueblo. En fin, dada la hora y el estado físico, nos adentramos en el pueblo buscando el centro. Aunque de ambiente industrial, no resulta después de todo tan deprimente como suponíamos a la vista de los enormes hornos humeantes de la central, pero no puede decirse que tenga el ambiente de Logroño en fiestas... nos detenemos en una especie de plaza-paseo, amplio y feo, y hago una primera incursión en busca de cama. En la carretera de entrada al pueblo, junto a una nave industrial, hay un feísimo edificio estrecho de cuatro plantas con un cartel de Pensión en la fachada. Empujo una estrecha puerta de aluminio y veo un oscuro y empinado tramo de escaleras. Una hoja de libreta pegada con chinchetas en la pared tiene una flecha dibujada señalando escaleras arriba –bastante absurda, no se puede ir en ninguna otra dirección- y junto a ella pone “Pensión – Tercer piso”. Entre deprimido y acojonado por la perspectiva de subir un montón de bultos por esa escalera, salgo disparado sin pisar un solo escalón y le digo a Tona que nos acerquemos al hotel que hemos visto en la carretera, justo a la entrada del pueblo. Es un edificio sobrio, pero majo. Tiene una terraza con sombrillas y mesas de plástico, que le da un puntillo lúdico, y una amplia explanada pavimentada frente a él en la que están aparcados algunos coches y un poco mas retirado, un camión. Esto pinta mejor.
Resulta ser un buen hotel, si no exactamente un hotel bueno. Funcional, amplio, con ascensor y todo. Se llama Hotel Montaña Palentina y nos ofrecen sin problema alguno habitación grande y cómoda por 50 leuros. La moto descansará a cubierto y bien cerrada en el garaje. Tira p’arriba.
En la cafetería del hotel probamos el Ballantines de la zona. Abundante, en vaso bajo y de buen sabor. Fuera hace a estas horas un frío que pela, no invita al paseo. En el comedor adosado a la cafetería, consomés para los dos y un surtido de ibéricos a compartir. Ligero y muy reconfortante. A la cama.

COSAS NOTORIAS DEL DIA:
-Logroño tiene concatedral. Será más que una catedral? ¿menos?
-Cada 15 de agosto, a eso de las nueve de la mañana, le da un ataque de histeria al encargado de las campanas. Parece que es tradición.
-Por Burgos, y en general, por sus alrededores, hace un frío de cojones aunque estemos a 15 de agosto. Le preguntamos a un paisano por el verano y nos dijo que este año fue estupendo, cayó en viernes.
-Una BMW GS 1200 pasa por una puerta de 75 centimetros de anchura, incluso con un escalón de un palmo de altura. Solo es necesario sacar las maletas, una dueña de pensión especialmente cabezona y unas ganas desaforadas de que la moto duerma a cubierto. Si nó, no vale la pena.

Carta fundacional de El Abejorro (Marzo de 2007)


Bambus agrarum


Según todos los estudios realizados en el tunel del viento, y atendiendo a su peso, aerodinámica, superficie de las alas y velocidad de batida, se sabe de forma fehaciente que el abejorro no puede volar.

Solamente un empecinamiento absoluto y una gran determinación, complementados con una ignorancia babuínica sobre los estudios realizados al respecto, permiten al animalillo himenóptero desplazarse de A hasta B (B +/- 15 mts.) sin embarrarse las patillas.

Armados de esa misma determinación y de un grado de ignorancia similar acerca de las más elementales leyes de la dinámica, amén de un número suficiente de medianas ingeridas, respondimos con entusiasmo al nuevo (que no último) reto de Lema:¡¡¡ HAGAMOS UNA RUTA OF-ROH !!!
¡Que cosa mas bonita, apañeros¡¡¡ En cosas como ésta consiste ser motero: cinco apuestos gañanes, palmeando ruidosamente la mugrienta mesa de esa tasca motera, al tiempo que expelíamos todo tipo de ruidos por los más variados orificios corporales, enarbolando birras, largando amarras, arremetiendo trinquetes… la concurrencia femenina del local, escasa, ovulando de placer ante el esparramo hormonal exhibido, los pezones como pistachos...

¡¡¡DONDE Y CUANDO!!!

Como un solo hombre, móviles en mano con la agenda erecta, nos conjuramos para el 4 de marzo de 2007, día del Señor, festividad de San Casimiro, a cuarenta y dos dias de la Pascua y siete días después de la feria del ganao de Ulldemolins. El lugar, Santa Coloma de Farners, ressort gastronómico Sant Pere Cercada. La ruta, unos diez kilómetros infernales que antaño vieron el transcurrir del Cid y sus huestes camino del destierro durante las ocho horas que les duraron las baterías del GPS.

Por que ¿quién no ha sentido nunca la llamada del of-roh?? ¿Quién, a seis metros de una ciega de izquierdas, a 145 reales y con el punto muerto falso entre segunda y tercera, no ha visto claro un futuro de barro, rocas y sembraos? Yo, a Dios gracias, nunca. Pero no por ello soy insensible a la Llamada, y a veces oigo voces.
De momento, la de J.A. Muermeitor Lema; Miki, el Tigre de Levante; Percutín Salva, el Parri. Jaime, el más alto con diferencia, Patxi “cullooooonsss” Rutas, el único con defensas de cilindros, y yo mismo, el que a veces susurra a los llobarros.

A cualquiera que no haya oído la Llamada y que viva en el error, proclamo la creación del GORMI (Grupo Off Roh con Motos totalmente Inadecuadas), peña independiente dependiente del Ráfagas, bajo la advocación del abejorro, y le emplazo a participar en la salida inaugural que nos convertirá, con facilidad, en hermanos de leche (la que sin duda nos daremos…).

Vuelve el Abejorro...

Barro, maleza, piedros y palos atravesaos... un sin fín de dificultades capaces de hacer llorar a un cerdo... 

POR RUTAS IMPERIALES Camino de Illa de Arousa -27 Agosto 2007

En Carballiño, la parada es obligada; yo había oído hablar del asunto, y me parecía que Tona no sabía nada de ello, por lo que, al acercarnos al pueblo ya estaba yó con un ojo puesto en la silueta de los edificios, procurando identificar la situación del mamotreto. En la nacional, casi saliendo de la ciudad y a punto de desistir, lo veo pasar raudo por la izquierda, al fondo de una calle. Un semáforo oportuno, intermitente y enfilo pueblo adentro.
Tona apenas empieza la pregunta –pero, ¿Dónde vamos?- cuando ésta se convierte en un pasmado ¿Qué…es…estooo?
Estas, bonita, al pié de la fachada del Templo de la Veracruz.
Esto requiere una puesta en situación; estamos en 1940. Don Evaristo, el párroco de Carballiño dispone de una guerra ganada, un solar bastante grande, su ministerio y la custodia de un palito traído de Tierra Santa. También dispone de mucha, muchísima mano de obra barata y unas autoridades de la Nueva España a las que se les hace el culo pepsicola en cuanto huelen a incienso. En estos años está todavía muy lejos el Concilio Vaticano II, pero da igual; don Evaristo, especialmente después de la Cruzada Nacional, es bastante refractario al ecumenismo y otras mariconadas por el estilo. Lleva él dando por culo con la constancia de un percebeiro desde el año 30 -en un momento político muy distinto que el de ahora- para conseguir echar abajo la vieja iglesia y construir un templo como Dios debería mandar si tuviere o tuviese cojones para ello.
Hace unos cuantos años ya que el bueno de Gaudí había dejado definitivamente las setas, pero da igual; don Evaristo tiene la idea más que madurada y los medios necesarios para llevarla a cabo, así que, al grito de "I got de power!!!" se pone manos a la obra.
El resultado debe verse in situ; una fotografía no le hace justicia, y explicarlo en
palabras puede provocar cefaleas, vértigos, mareos y dolorosos episodios de blenorragia. Yo solamente me atrevo a definirlo como el más notable -y, por lo que sé, unico- ejemplo del Románico Surrealista que hay en el mundo mundial. En cualquier caso, es una de las cinco o seis cosas necesarias para entender -o
desistir de hacerlo- a los gallegos.